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Los nutrientes en las plantas

Publicado el 04/03/2014 por info@agrobeta.com

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Se llaman nutrientes a aquellos elementos químicos que las plantas necesitan para poder crecer, mantenerse y producir frutos y semillas.

Hay 16 nutrientes que resultan esenciales para la vida de las plantas. Estos están clasificados en dos tipos:

  • Nutrientes no minerales: Estos están formados por el oxígeno (O), el hidrógeno (H) y el carbono (C). Estos elementos se encuentran en el aire y en el agua. Las plantas consiguen estos nutrientes a través del proceso de la fotosíntesis. Básicamente, en este proceso las plantas toman el dióxido de carbono (CO2) y el agua y, mediante la energía del sol, los transforman en hidratos de carbono (azúcar y almidones). De esta manera, utilizan estas substancias como alimento para construir su propio organismo.

En su entorno, las plantas consiguen estos nutrientes por sí mismas. Desde este punto de vista no debe existir preocupación por las deficiencias de este tipo de nutrientes ya que la planta puede tomarlos del aire o del suelo. Sólo tendremos que preocuparnos de que las plantas dispongan de luz necesaria para poder realizar la fotosíntesis. La carencia de agua no afecta tan directamente a la fotosíntesis aunque sí que puede afectar al crecimiento y salud de las plantas por lo que también debe tenerse en cuenta.

La luz es necesaria para realizar la fotosíntesis. Sin la luz adecuada la fotosíntesis se ralentiza o incluso se detiene. Así por ejemplo, la falta de luz, especialmente en plantas rastreras o de tamaño reducido, cubiertas por malas hierbas, puede ocasionar un crecimiento anómalo que se manifiesta generalmente con la aparición de plantas que tienen tallos demasiado alargados, blanquecinos y flojos y con una producción inexistente o raquítica.

  • Nutrientes minerales: Estos nutrientes son elementos químicos que se encuentran en el suelo y que, debidamente disueltos en el agua, las plantas absorben a través de sus raíces.

Estos nutrientes minerales se clasifican en:

  • Macronutrientes: Estos se denominan así porque las plantas deben absorberlos en grandes cantidades para su perfecto funcionamiento. Estos a su vez se dividen en dos grupos:

–          Nutrientes primarios: Estos son los que las plantas utilizan más abundantemente y los que primero suelen faltar en el suelo. Son los que las plantas contienen en una proporción más elevada dentro de su composición ya que, todos juntos, constituyen las ¾ partes de todos los nutrientes minerales de una planta. Por lo tanto, de igual manera, las carencias de estos nutrientes son las primeras que se suelen manifestar en las plantas. Los nutrientes primeros son el nitrógeno (N), el fósforo (P) y el potasio (K).

–          Nutrientes secundarios: Estos nutrientes no suelen faltar tan habitualmente en el suelo. Los nutrientes secundarios son el calcio (Ca), el magnesio (Mg) y el azufre (S)

  • Micronutrientes: Se les llama así porque las plantas deben absorberlos en pequeñas cantidades cuando se realiza un análisis químico. Los micronutrientes son el hierro (Fe), el cobre (CU), el zinc (Zn), el cloro (Cl), el manganeso (Mn), el molibdeno (Mo) y el boro (B)

Deficiencias

Todas las plantas necesitan los nutrientes adecuados en la proporción requerida para vivir en buenas condiciones. Todos los nutrientes son necesarios, por lo que se debe abonar las plantas regularmente para que no presenten deficiencias. Así, por ejemplo, en el caso de falta de nitrógeno se produce el amarillamiento de las hojas y su posterior caída. La planta presenta un desarrollo menor y con pocas hojas. Para enriquecer el suelo en nitrógeno, los agricultores vierten sobre él abonos orgánicos, como el estiércol, nitratos o fertilizantes nitrogenados.

Las plantas deben absorber los nutrientes necesarios y en una proporción adecuada para mantener una buena salud. La carencia de estos elementos se manifiesta en forma de anomalías o enfermedades. Las razones por las cuales las plantas presentan deficiencia de nutrientes son muy variadas pero, básicamente, se reducen a dos: no hay suficientes nutrientes disponibles en el suelo o, aunque haya suficiente disponibilidad, las plantas, por un motivo u otro, no pueden absorberlos.

Podemos ver indicios que pueden hacernos pensar que las plantas tienen deficiencia de nutrientes o una incapacidad para absorberlos por las peculiares características el suelo. Así por ejemplo, si comprobamos que las hojas poco a poco se van resecando, especialmente en los bordes o en las puntas, si vemos que el abono orgánico tarda demasiado tiempo en descomponerse, si notamos que los tréboles no nacen o que prosperan las orquídeas, si el agua después de la lluvia, se suele encharcar, todo ello puede constituir síntomas de un suelo ácido. Necesitamos mejorar el pH de ese suelo para que una planta se pueda recuperar.

Cuando un suelo presenta un pH que esta fuera de la tolerancia de una planta determinada, este se debe corregir para conseguir que sea el adecuado a sus necesidades. La corrección de la acidez del suelo es una manera de mejorar las condiciones del mismo.

Los suelos con un pH elevado pueden ser de tres tipos:

  • Suelos calcáreos: Son aquellos muy ricos en carbono cálcico, con un pH entre 7,3 y 8,5. Estos suelos ocasionan problemas a algunos cultivos por la baja disponibilidad de los nutrientes, sobre todo en lo que se refiere a minerales como el hierro, manganeso, zinc o cobre o un incremento de elementos tóxicos como el molibdeno. Uno de los síntomas más claros de este tipo de suelos es la clorosis férrica, una enfermedad de las plantas causada por la deficiencia de este mineral y que se caracteriza por el amarillamiento de las hojas y la menor producción de la planta.

Para solucionar estos problemas se puede recurrir a la incorporación del terreno de materiales ácidos como el quelato de hierro, el sulfato de hierro, sulfato de aluminio, el azufre, etc. Se pueden utilizar otros elementos ácidos como estiércol, turba, hojas de pino, etc.

  • Suelos con un nivel demasiado elevado de sodio: Los suelos con una concentración demasiada elevada de sodio suelen presentar un pH por encima de 8. Este tipo de suelos hace que el agua quede retenida al poseer una porosidad reducida. Para solucionar este problema se utiliza el yeso o sulfato cálcico, combinado con un regado adecuado que posibilite la limpieza del sodio acumulado en las raíces.
  • Suelos con un nivel demasiado elevado de sales: Estos suelos originan problemas a las plantas porque imposibilitan la absorción de agua, lo que, en la práctica, origina problemas de sequedad. La solución para este problema consiste en la eliminación del exceso de sales mediante el regado abundante con agua adecuada.
  • Suelos con un nivel demasiado elevado de sales: estos suelos originan problemas a las plantas porque imposibilitan la absorción de agua, lo que, en la práctica, origina problemas de sequedad. La solución para este problema consiste en la eliminación del exceso de sales mediante el regado abundante con agua adecuada.

Debemos tener en cuenta que el agua de riego tenga niveles bajos de carbonatos (carbonato cálcico) y bicarbonatos (bicarbonato sódico, bicarbonato cálcico y bicarbonato de magnesio) que son los principales responsables del aumento de la alcalinidad del suelo. Estos minerales son los que determinan la dureza de las aguas. La mayoría del agua de riego, procedente del subsuelo, contiene niveles demasiado elevados de calcio por lo que, su uso continuado, alcaliniza los suelos y disminuye su calidad. Una manera de reducir la alcalinidad del agua es añadir ácidos a la misma (ácido sulfúrico, nítrico o fosfórico). El agua mineral suele tener un nivel muy elevado de bicarbonatos por lo que no es demasiado adecuada para regar habitualmente las plantas.

 

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Fuente: Botanical-online S.L.

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